por Tatón Brugo (Notas) el domingo, 7 de abril de 2013
Ayer por la mañana llegamos los tres amigos a la Parroquia San Judas, bajo Flores, donde desde temprano habría unas cuarenta personas bien organizadas embalando y rotulando cajas y bolsas con alimentos, pañales, ropa de adultos y chicos, y frazadas. Centenares de donaciones que el párroco de la Iglesia nos contaba que reúnen todas las semanas desde otras parroquias de la zona. A veces abren ferias para los más necesitados que se acercan para llevarse algo y, en otras ocasiones, derivan todo a campañas catástrofe como ésta.
A media mañana cargamos más de sesenta cajas y bolsas en la Motorhome de nuestro amigo Fede... Que se permitió el lujo de motorizar su casa rodante al servicio de esta encomienda. De dedicarnos a esto más seguido, podríamos llamarlo también Fedex, a secas.
Cargado en camioncito emprendimos marcha hacia La Plata. Teníamos la pequeña gran oferta para una inmensa demanda en La Plata.
Al cruzar por el primer peaje de la AU 25 de Mayo, al Mingo se le ocurre que le digamos al de la cabina que íbamos con ayuda a La Plata... Dicho esto pasamos gratis ese peaje y todos los siguientes, de ida y vuelta.
Pensé como cada uno en el cumplimiento de su rol, y con el margen de decisiones que le toca, aporta con satisfacción en estos días su granito de arena al bien común. Por que nada de esto es magia.
Mateamos rumbo a La Plata. Había conseguido un contacto en Cáritas que nos indicó llevar la carga a un corralón donde operaba Banco de Alimentos y Un techo para mí país, dos ONG que ante el vacío que deja el estado, la experiencia de estas organizaciones no gubernamentales y la rutina diaria de sus voluntarios, permite una sinergia fantástica para adaptarse a cualquier contexto con velocidad e integridad. En este punto, donde se une la oferta y la demanda de la caridad, la cadena de la confianza y la buena voluntad son protagonistas.
Al mediodía llegamos al centro de Operaciones del Banco de Alimentos en La Plata, que tenía ayer al menos como líder al Padre Andrés, párroco de la Catedral de La Plata. Andrés no perdía un minuto. Teléfono en mano, daba indicaciones, mientras se turnaba para poder almorzar la ración preparada para los voluntarios. Enseguida me explicó que tenían divididas veintiuna zonas de ayuda, cada una con un puntero que manejaba la información de lo que se necesitaba. También hay más de un coordinador que registra los movimientos de las donaciones a cada zona.
"-Llamó una señora que viene haciendo 600 KM para acá con una camioneta llena de comida y ropa. Pide ayuda para descargar todo y volverse", le informa una coordinadora al Padre Andrés, quien da instrucción de lo que hay que hacer.
Andrés me presenta al coordinador que me pone en contacto con el puntero de Villa Elvira. Un vecino que se entusiasma cuando le cuento lo que traemos desde Flores. "Con ustedes es la primera ayuda que vamos a recibir. Vamos a la Parroquia del Sagrado Corazón -me dice-, donde a pocas cuadras está todo anegado, con al menos doscientos desaparecidos", me confiesa al tiempo que a mí me da un escalofrío tremendo. Él me está por presentar con un guía que nos va a acompañar a la Parroquia.
Incorporamos al cuarto integrante, Bernardo, que nos va a dirigir hacia el sitio de descarga. Bernardo es un pibe, estudiante y tiene una changa semanal para hacer unos mangos. Nos cuenta que hace tres días está ayudando sin parar desde este centro. Mientras que habla con nosotros coordina en su BB la ayuda para descargar nuestro camioncito, más otro camión que le acaban de confirmar por teléfono que está yendo también a la parroquia.
Llegamos. Un primer grupo de cinco personas nos espera para hacer la descarga. Se va sumando gente. "La comida a la izquierda, la ropa y demás a la derecha", ordena el Padre Pablo, que viste de cura y una boina roja.
Habíamos estacionado justo en frente a la Parroquia, cuando llegó el segundo camión... Un transatlántico podría decir en comparación a nuestra ayuda.
Liquidamos nuestra descarga en diez minutos máximo. Ya había más de cincuenta voluntarios, a quienes nos sumamos para bajar decenas de colchones, cientos de litros de agua y kilos de comida, durante la próxima hora y pico. Una ayuda tan impresionante que reconfortaba hacer la descarga interminable.
El Padre Pablo se tomó la molestia de pedir que nos calentaran agua para el termo del mate de vuelta. Nos agradeció y aceptó que le sacáramos una foto como testimonio de la ayuda recibida gracias a la cadena de gente que colaboró desde Flores hasta ese sitio exacto donde llegó la ayuda y una pizca de solidaridad de cada argentino.